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La terapia de apoyo espiritual (página 2)



Partes: 1, 2

Cabría señalar la imposibilidad de tomar
desde la psicología, como ciencia
empírica, a Dios como hecho observable o medible. Lo
divino se hace presente en la psicología en la medida en
que el hombre se
refiere a Dios por actos propiamente humanos. Tampoco es factible
el intento de hacer coincidir la vida religiosa con la vida
psicológica, ya que debe mantener el carácter referencial o intencional de la
conciencia y del
acto religioso. El estudio de la conducta ha de
hacer valer la especificidad de la conciencia humana, como una
conciencia abierta, al mundo, a los otros, a Dios. La religión reducida a
lo puramente humano cerrado en sí mismo, equivale a
desvirtuar el fin de la psicología religiosa, por ello
apunta Antoine Vergote en su libro
"Psicología Religiosa" que ciertos teólogos
partiendo de posiciones radicalmente diferentes rehusan en
principio reconocer todo derecho de observación sobre los fenómenos
cristianos a la psicología religiosa
.

La sexualidad ha
sido estructurada por Dios como un signo del amor de
Cristo, el esposo, a su esposa, la Iglesia, y por
ello, la actividad sexual toma su plenitud dentro del matrimonio. En el
marco de un adecuado desarrollo
integral psico-sexual saludable lleva naturalmente a la
atracción de personas por el sexo
opuesto.

No debe de dejar de señalarse la vocación
a la castidad de todo bautizado, ya que la castidad significa
la integración lograda de la sexualidad en la
persona, y por
ello en la unidad interior del hombre en su
ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la
pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se
hace personal y
verdaderamente humana cuando está integrada en la
relación de persona a persona, en el don mutuo total y
temporalmente ilimitada del hombre y de la
mujer.

La virtud de la castidad, por tanto, entraña
la integridad de la persona y la integridad del
don
.

Todo aquel que tenga inclinaciones homosexuales debe
tener igualmente como objetivo la
libertad de
vivir castamente de acuerdo a su estado en la
vida.

Una acertada opción puede ser el seguimiento del
consejo evangélico de persecución de la
perfección de la caridad en el servicio del
Reino mediante el celibato. Asimismo la vocación
matrimonial puede servirles de estímulo para afianzarles
en los sólidos cimientos de la familia,
teniendo sumo cuidado en no precipitarles a un matrimonio como
vía de escape, lejano a una vocación
conyugal.

La religión puede significar también un
factor que contribuya a este problema. Determinadas creencias
pueden provocar un impacto negativo si previamente existe ya un
distanciamiento respecto de uno o de otro progenitor. Para los
niños,
los padres son los primeros representantes de Dios. Son la
manifestación visible de un Dios invisible. Significan
nuestro modelo para la
masculinidad y para la feminidad. Dios representa una
extensión de la figura del padre. Si el niño
rechaza a sus padres, puede que fácilmente rechace sus
creencias religiosas. Esto le separa de Dios, de los padres, de
las figuras de autoridad y de
un sentimiento de pertenencia dentro del mundo.

2. La perspectiva del ser humano desde las
fuentes de la
revelación.

2.1. La "Lectio divina" en la Vulgata
Latina.

No deberíamos adentrarnos en este tema sin acudir
a las Escrituras para saber que dicen éstas sobre la
homosexualidad. Desde los mismos comienzos, el
Magisterio ha sido claro a la hora de ver la conducta homosexual
en clara contradicción con la verdad del hombre dada en la
revelación.

El hombre fue creado por Dios a su imagen y
semejanza, como varón y mujer. Desde los
comienzos aparecen las relaciones entre personas del mismo sexo
como inaceptables, ejemplo de ello es lo ocurrido con Sodoma cfr.
Gn 19,1-11o en el Levítico donde se excluye del Pueblo
elegido a los que presentan un comportamiento
homosexual.

En las epístolas de San Pablo se cita el
comportamiento homosexual como clara manifestación de la
ruptura por el pecado de la armonía originaria entre Dios
y el hombre. San Pablo dice que es como si se pusiese "la mentira
en el lugar de la verdad de Dios" y adorar y servir "a la
creatura en vez del Creador". "Por eso los entregó Dios a
pasiones infames; y sus mujeres invirtieron las relaciones
naturales por otras contra la naturaleza; y
lo mismo los hombres… se abrasaron en deseos los unos por los
otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre" Rm 1, 18-32.
Cfr. también, 1 Cor 6, 9 y 1 Tim 1, 10.

Ya en el Génesis 1:27, se nos enseña que
Dios le creó "macho y hembra", hombre y mujer, sin que se
diera posibilidad a ningún otro tipo de "tendencia", como
actualmente se define lo homosexual. En el Génesis se
expresa como matrimonio la unión entre el hombre y la
mujer "en una sola carne" (Gn 2:24) y abierta a la vida (Gn
1:28). La homosexualidad es una unión que impide esto
último, la procreación.

Se pueden citar otros 44 pasajes bíblicos que,
directa o indirectamente, consideran las prácticas
homosexuales como un pecado grave.

En un intento de clasificación de éstos
tendríamos:

2.1.1. Pasajes que directamente condenan las relaciones
sexuales entre personas del mismo sexo por ser pecaminosas en
sí mismas.

01. Génesis 19:1-29 (pecado de
Sodoma);

02. Levítico 18:22;

03. Levítico 20:13 ;

04. Deuteronomio 23:17-18;

05. 1 Reyes 14:24;

06. 1 Reyes 15:12;

07. 1 Reyes 22:46;

08. Jueces 19:22;

09. 2 Reyes 23:7;

10. Romanos 1:24-27;

11. 1 Corintios 6:9;

12. 1 Timoteo 1:8-10;

13. 2 Pedro 2:6;

14. Judas 1:7;

15. Éxodo 20:14 (incluído en Hebreos para
"adulterio");

2.1.2. Pasajes en los que se cita el ejemplo de lo
ocurrido en Sodoma para avisar a otros y mencionan el juicio de
Dios sobre la ciudad por su pecado.

16. Deuteronomio 29:23;

17. Génesis 13:13;

18. Isaías 3:9;

19. Isaías 13:19;

20. Jeremías 23:14;

21. Jeremías 49:18;

22. Jeremías 50:40;

23. Lamentaciones 4:6;

24. Amós 4:11;

25. Mateo 10:15 (véase 13. 2 Pedro
2:6);

26. Lucas 17:29;

2.1.3. Pasajes que condenan el travestismo (vestirse con
ropas propias del sexo opuesto) directa o
indirectamente.

27. Deuteronomio 22:5;

28. 1 Corintios 11:14-1;

2.1.4. Pasajes sobre el matrimonio, el hombre y la mujer
creación de Dios, los esposos y las esposas, etc…
que tienden a condenar la transexualidad.

29. Génesis 1:27 ;

30. Génesis 1:28 ;

31. Génesis 2:18-24 ;

32. Salmos 139:14;

33. Marcos 10:6-12 ;

34. 1 Corintios 3:16-17;

35. 1 Corintios 6:19-20;

36. 1 Corintios 7:1-4;

37. 1 Tesalonicenses 5:22-23;

38. Romanos 6:12;

39. Filipenses 3:21;

40. Timoteo I 5:14;

41. Efesios 5:22-25;

2.1.5. Pasajes que en general condenan estas actividades
como pecados.

42. Tesalonicenses I 5:22;

43. Isaías 5:20-21;

44. 1 Pedro 2:11;

Los escritos más claros, directos y
específicos contra la práctica homosexual son el
Levítico 18:22; 20:13 y en 1 Corintios 6:9-11:

Lv 18:22: "No te echarás con varón como
con mujer, es abominación".

Lv 20:13: "Si alguno se juntare con varón como
con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos,
sobre ellos será su sangre".

1 Co 6:9-10: "¿No sabéis que los injustos
no heredarán el reino de Dios?. No erréis; ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni
los afeminados, ni los que se echan con varones (sodomitas), ni
los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de
Dios".

2.2. El Magisterio de la Iglesia
Católica.

El Catecismo de la Iglesia Católica dice
expresamente sobre la homosexualidad:

"2357 La homosexualidad designa las relaciones entre
hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual,
exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste
formas muy variadas a través de los siglos y las culturas.
Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado.
Apoyándose en la Sagrada Escritura que
los presenta como depravaciones graves cf Gn 19, 1-29; Rm 1,
24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10. La Tradición ha declarado
siempre que ‘los actos homosexuales son
intrínsecamente desordenados’ (CDF, decl. "Persona
humana" 8). Son a la ley natural.
Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una
verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir
aprobación en ningún caso.

2358 Un número apreciable de hombres y mujeres
presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su
condición homosexual; ésta constituye para la
mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser
acogidos con respeto,
compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a
ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas
están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida,
y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del
Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su
condición.

2359 Las personas homosexuales están llamadas
a la castidad. Mediante virtudes de dominio de
sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces
mediante el apoyo de una amistad
desinteresada, de la oración y la gracia sacramental,
pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la
perfección cristiana."

La Iglesia Católica, reflexionando a la luz de la Palabra
de Dios y de la recta razón bajo la guía del
Espíritu
Santo, siempre ha enseñado que el acto homosexual es
un pecado objetivamente grave.

La Congregación para la Doctrina de la Fe
declaró en 1975: "Según el orden moral
objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su
regla esencial e indispensable. En las Sagradas Escrituras
están condenados como graves depravaciones e incluso
presentados como la triste consecuencia de una repulsa de
Dios"
.

Pero debe distinguirse entre la maldad objetiva de la
actividad homosexual y la responsabilidad subjetiva de aquel que la lleva a
cabo. Por ello la declaración del 75 matiza que: "Este
juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que
padecen de esta anomalía son del todo responsables,
personalmente, de sus manifestaciones; pero atestigua que los
actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y que
no pueden recibir aprobación en ningún caso".

Esto no significa que las personas con estos comportamientos sean
subjetivamente excusables, sino que a veces la ignorancia, el
abuso de otras personas, las influencias ambientales muy fuertes,
etc…, pueden llevarlas a actos no totalmente libres. Pero
esos actos son gravemente malos en sí mismos, pues ofenden
a Dios y se dirigen en contra del bien auténtico de la
persona humana.

También se enseña la diferencia entre la
inclinación homosexual (u homosexualidad) y la actividad
homosexual (u homosexualismo), señalando que la primera no
es pecado en sí misma, aunque inclina a actos que
sí lo son.

En el desarrollo de la declaración de1975, la
Congregación para la Doctrina de la Fe declaró en
1986, en una carta a los
obispos sobre la atención pastoral a las personas
homosexuales, expresando que: "…la Congregación
tenía en cuenta la distinción comúnmente
hecha entre condición o tendencia homosexual y actos
homosexuales…Sin embargo, en la discusión que
siguió a la publicación de la Declaración,
se propusieron unas interpretaciones excesivamente
benévolas de la condición homosexual misma, hasta
el punto de que alguno se atrevió incluso a definirla
indiferente o, sin más, buena. Es necesario precisar, por
el contrario, que la particular inclinación de la persona
homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin
embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un
comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de
vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser
considerada como objetivamente desordenada"
.

Siguiendo las enseñanzas de Jesús en las
que condena al pecado, pero trata con misericordia al pecador, la
Declaración del 75 señala: "Indudablemente,
estas personas homosexuales, deben ser acogidas, en la acción
pastoral, con comprensión y deben ser sostenidas en la
esperanza de superar sus dificultades personales y su
inadaptación social. También su culpabilidad
debe ser juzgada con prudencia"
. Sin embargo, dicha
atención pastoral no debe degenerar en una
aceptación de la actividad homosexual como algo no
reprobable. Por eso la carta del 86
puntualizó: "Quienes se encuentran en esta
condición deben, por tanto, ser objeto de una particular
atención pastoral, para que no lleguen a creer que la
realización concreta de tal tendencia en las relaciones
homosexuales es una opción moralmente
aceptable"
.

También se condena todo tipo de violencia o
agresión hacia las personas homosexuales: "Es de
deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y
sean todavía objeto de expresiones malévolas y de
acciones
violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los
Pastores de la Iglesia, dondequiera que se
verifiquen".

El 23 de julio de 1992, la Congregación para la
Doctrina de la Fe publicó una serie de consideraciones
sobre algunas proposiciones de ley que harían ilegal la
discriminación en base a la
orientación sexual y que les concederían a los
homosexuales ciertos derechos, del orden de
contratos de
alquiler de viviendas a parejas homosexuales, el derecho de
adoptar niños, etc. Sobre este punto se dice que: "Las
personas homosexuales, como seres humanos, tienen los mismos
derechos de toda persona, incluyendo el no ser tratados de una
manera que ofenda su dignidad
personal. Entre otros derechos, toda persona tiene el derecho al
trabajo, a la
vivienda, etc. Pero estos derechos no son absolutos; pueden ser
limitados legítimamente ante desórdenes externos de
conducta…Existen áreas en las que no es una
discriminación injusta tener en cuenta la
inclinación sexual, por ejemplo en la adopción o
el cuidado de niños, en empleos como el de maestros o
entrenadores de deportes y en el reclutamiento
militar…`La orientación sexual' no constituye una
cualidad comparable a la raza, el grupo
étnico, etc., con respecto a la no discriminación.
A diferencia de éstas, la orientación homosexual es
un desorden objetivo"
.

Cabría resaltar que se insiste en que: "El
incluir ‘la orientación homosexual' entre las
consideraciones sobre cuya base está el que es ilegal
discriminar, puede fácilmente llevar a considerar la
homosexualidad como una fuente positiva de derechos
humanos…Esto agrava el error ya que no existe el derecho a
la homosexualidad… Incluso existe el peligro de que una ley que
haga de la homosexualidad un fundamento de ciertos derechos,
incline a una persona con orientación homosexual a
declarar su homosexualidad o aún a buscar un
compañero para aprovecharse de lo permitido por la
ley".

El documento es firme en la posición no neutral
de la Congregación: "Finalmente, y porque está
implicado en esto el bien común, no es apropiado para las
autoridades eclesiásticas apoyar o permanecer neutral ante
legislaciones adversas, incluso si éstas conceden
excepciones a las organizaciones o
instituciones
de la Iglesia. La Iglesia tiene la responsabilidad de promover la
moralidad
pública de toda sociedad civil
sobre la base de los valores
morales fundamentales, y no simplemente de protegerse a
sí misma de la aplicación de leyes
perjudiciales"
.

2.3. La Declaración sobre la persona humana en
la Conferencia
Episcopal Española.

Los Obispos de la Comisión Permanente del
Episcopado Español,
en la nota titulada: "Matrimonio, familia y uniones
homosexuales" quieren resaltar la dignidad de los homosexuales en
cuanto a personas, pero igualmente quieren subrayar, recogiendo
palabras de Juan Pablo II, que "no puede constituir una
verdadera familia el vínculo de dos hombres o dos mujeres,
y mucho menos se puede atribuir a esa unión el derecho de
adoptar niños".

Se dedica un apartado para el análisis de la condición y el
comportamiento homosexual: "deploramos que las personas
homosexuales sean todavía objeto de expresiones
malévolas y, mucho más, de acciones violentas.
Condenamos con firmeza estos comportamientos que ignoran la
dignidad de las personas y lesionan los principios
más elementales de la buena convivencia civil".
No
obstante, "hemos de decir también que no se puede pedir
a la sociedad que
reconozca la condición o el comportamiento homosexual como
una modalidad del ser humano comparable, por ejemplo, a las
diferencias naturales de raza o sexo"
. Y puntualizan, por el
contrario que "la orientación sexual sí que ha
de ser tenida en cuenta por el legislador en cuestiones
directamente relacionadas con ella, como es el caso, ante todo,
del matrimonio y de la familia".

Se distingue entre lo que es la "condición" y lo
que es el "comportamiento" homosexual. La primera no es de por
sí éticamente reprobable, ni en sí misma
pecaminosa; es el comportamiento homosexual el que es siempre de
por sí éticamente reprobable.

También se señala que los argumentos se
basan en "la verdad sobre la naturaleza del ser humano,
asumida y desvelada en plenitud por la Revelación
cristiana".
Y se dice que la relación homosexual es
contraria al carácter personal del ser humano y contraria
a la ley natural, pues separa la sexualidad tanto de su
significado procreador como de su profundo sentido unitivo,
"que son las dos dimensiones básicas de su naturaleza
misma"
.

La Comisión Permanente advierte que el amor entre
personas del mismo sexo no puede confundirse con el amor
conyugal, ya que "ninguna de las notas de totalidad y
fecundidad que constituyen la naturaleza misma del amor del que
se nutre el matrimonio, se dan ni pueden darse en las llamadas
uniones homosexuales". Así, "cualquier equiparación
jurídica de dichas uniones con el matrimonio
supondría otorgarles una relevancia de institución
social que no corresponde en modo alguno a su realidad
antropológica."

Cabe citar la Nota del Comité Ejecutivo de la
Conferencia Episcopal Española "En favor del verdadero
matrimonio", Madrid, el 15 de julio de 2004. En el que la
Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal
Española comenta la votación en el Congreso de los
Diputados en la que se votó favorablemente una
proposición no de Ley del Partido Socialista que
solicitaba la equiparación legal plena de las uniones de
personas del mismo sexo con el verdadero matrimonio.

La Comisión comenta como "las personas
homosexuales, como todos, están dotadas de la dignidad
inalienable que corresponde a cada ser humano. No es en modo
alguno aceptable que se las menosprecie, maltrate o discrimine.
Es evidente que, en cuanto personas, tienen en la sociedad los
mismos derechos que cualquier ciudadano y, en cuanto cristianos,
están llamados a participar en la vida y en la misión de
la Iglesia"
. Asimismo se subraya que "condenamos una vez
más las expresiones o los comportamientos que lesionan la
dignidad de estas personas y sus derechos; y llamamos de nuevo a
los católicos a respetarlas y a acogerlas como corresponde
a una caridad verdadera y coherente"
. Pero la Comisión
se pronuncia al respecto afirmando que: "las relaciones
homosexuales, al no expresar el valor
antropológico de la diferencia sexual, no realizan la
complementariedad de los sexos, ni pueden engendrar nuevos
hijos.

Pensamos, pues, que el reconocimiento jurídico
de las uniones homosexuales y, más aún, su
equiparación con el matrimonio, constituiría un
error y una injusticia de muy negativas consecuencias para el
bien común y el futuro de la sociedad"
.

3. La
terapia de apoyo espiritual.

El acompañamiento espiritual de la persona
homosexual no es una terapia sustitutoria de la
psicología. El homosexual es hijo de Dios, al que nunca
hay que culpar (el sentimiento de culpa no es inusual en ellos),
al que hay que intentar comprender, al igual que a su familia. El
apoyo se debe encaminar principalmente a ayudarle a llevar su
cruz, a evangelizarle, en palabras del Cardenal Carlos Amigo
Vallejo-Nájera hacia el que está sufriendo un
transtorno: "para que cambie por completo la masa de una
existencia tan deteriorada"
.

Se debe dejar bien claro que el acompañamiento es
una elección libre y que no es posible que se lleve a cabo
sin un conocimiento e
interés
por él, y que el primer paso no puede ser otro que el
sacramento de la Penitencia, pero proponiéndolo de forma
que no cause agobio.

Se debe comenzar con el descubrimiento de la necesidad
de tomarse la vida afectiva en serio y de dotar de sentido los
actos con ella relacionados. Para ello es necesario que el
acompañado tenga una actitud de
búsqueda y deberá de salir de la indiferencia y
comenzar la búsqueda de una solución para los
problemas en
los que se halla inmerso.

Las preguntas con las que se puede iniciar la andadura
pueden ser:

  1. ¿Cómo he llegado a esta
    situación?.
  2. ¿Por qué se me presenta esta
    tendencia como algo natural?.
  3. ¿Qué hechos importantes de mi
    vida pueden haberla propiciado?.
  4. ¿En qué modo mi fe se ha
    visto herida por ello?.

A medida que se va avanzando en el acompañamiento
éste se vuelve más crucial y el apoyo debe ser
aún más personalizado.

Todas las ideas de ayuda deben de ir siendo asumidas
ordenadamente. Ideas como la familia, la complementariedad hombre
y mujer, el amor conyugal, deben ser situados como puntos
referenciales que ayuden a las tomas de decisiones posteriores.
Ya debe de presentársele ésta sana opción
como objetivo del hombre nuevo,
como proyecto de
vida.

Hay una serie de aspectos que servirán como
reforzadores del acompañamiento. A la persona homosexual
de nada le servirá ser sanada sino es reinsertada fuera
del contexto terapéutico, en la vida cotidiana.

Nada más lejos que intentar que estas personas
sean apartadas de las realidades profanas como si eso fuera una
liberación que las descontaminase. Desde el entendimiento
del misterio de la Encarnación se debe ver que con Cristo
lo terreno toma plenitud. Por ello todo debe concluir en la
verificación de la heterosexualidad en la vida cotidiana
teniendo en cuenta que sólo se puede hacer propio aquello
que se ha descubierto como valioso y que se ha incorporado a la
persona, no como un aspecto más, sino como el elemento
estructurador. Lo cotidiano debe de ser guiado para que las
condiciones personales y sociales nos lleven al encuentro con
Dios, la plenitud del amor que no han alcanzado con la sexualidad
mal vivida.

Es obvio el papel crucial que toma el acompañante
espiritual. Éste debe ser una persona de una gran
arraigada fe y a ser posible, con experiencia de haber
acompañado a otras personas homosexuales. Éste debe
manifestar en todo momento una gran confianza, sin crear
dependencia, y sin ser tomado como un simple director. No hay que
olvidar que el Espíritu Santo debe ser la guía del
creyente que busca cumplir la voluntad de Dios, y por ello el
acompañante debe ser un servidor que se
pone a disposición para colaborar en la escucha del
Espíritu en la búsqueda del camino de
Cristo.

Otro punto importante es el grupo cristiano, donde
podrá sentirse congregado en una relación
interpersonal donde se podrán poner en común
aquellas vivencias, compromisos e iniciativas que puedan servir
de ayuda desde la visión de los otros. El grupo siempre
sirve de cimiento para potenciar los proyectos de cada
uno de sus miembros y facilitan que cada persona encuentre en el
grupo su lugar y desde allí le ayuden a vivir fuera de
él. El recuerdo personal de la historia de cada componente
del grupo puede servir como impulso a la reconciliación
con uno mismo y la actitud de búsqueda comunitaria puede
acercar lo cotidiano y a la vez servir para la oración y
celebración.

Si partimos desde las vivencias propias, debemos
culminar en un proyecto personal, cogiendo la persona en su
totalidad y marcándonos un futuro de plenitud. Ese
proyecto deberá fijar unos ideales que se puedan tomar
como meta, señalando los medios que nos
ayudarán en ese camino.

El principio básico de una maduración en
la sexualidad humana se produce al redescubrir la idea de ser
amados y amar. No se podrá descubrir una sexualidad sana
sin que la individualidad se enmarque dentro de la
identificación con el amor, y de la capacidad de ser
amados para amar. Es un amor universal e interpersonal. No se
puede reducir la sexualidad a una actividad biológica, en
la que cada uno sea dueño sin más de su cuerpo y
para ello hace falta una maduración plena en el contexto
de un proyecto de vida.

El placer debe ser visto desde un compartir la
existencia, una realización del individuo con
el enriquecimiento del otro, y desde una visión creativa e
integradora. Se debe superar la visión individualista del
amor, visionándolo desde la comunidad y la
humanidad, lejos del egoísmo y de lo
erótico.

Debe ser asumido como valor el compromiso, el servicio y
el compartir. Todo lo anterior dará valor al matrimonio,
la virginidad y el celibato.

3.1. El transtorno del cambio.

Si realmente se tiene un verdadero proyecto de vida, no
puede tenerse miedo a la transformación. Desde un
conocimiento profundo de uno mismo, puede llegarse a valorar el
compromiso transformador, y desde la acción se
podrá salir de la pasividad para dar el paso hacia delante
sin miedo a las acciones futuras.

Partiendo de lo concreto y
dando pasos de una forma progresiva y permanente se podrá
ir evaluando las nuevas acciones y valorando los cambios
inmediatos.

Una constante revisión impedirá los miedos
para acercarnos a la verdadera y natural tendencia sexual. El
acompañante espiritual deberá vigilar que exista un
equilibrio
entre cada paso producido y la valoración de éste,
reforzando cada avance. Poco a poco, se irán haciendo ver
los logros y cada vez se verá como el compromiso en la
sexualidad natural siempre lleva a la autentica
sexualidad.

Tendrá que hacerle ver que estos cambios no son
un simple voluntarismo, sino, que es Dios el que está
dando lugar a que se produzca. Será fácil hacerle
ver cómo se va llegando a la verdadera felicidad y que
sólo desde una sexualidad sana se puede tener verdadera
plenitud.

3.2. Los riesgos de la
sociedad.

En la sociedad actual se están dando como
valores el
individualismo, el relativismo, la permisividad, y todo un grupo
de referencias lejanas de una recta conciencia moral. El hombre
actual carece de objetivos
claros que le sirvan para un desarrollo desde la coherencia
dándose prioridad a la felicidad inmediata. Hoy existe una
búsqueda utilitaria de Dios, desde una fe inmadura y poco
comprometida con la realidad. El Padre Tony Anatrella
señala que la cultura
ambiental, que tiende al individuo para hacerlo creer que es
dejado a sí mismo, trata de eliminar toda la
dimensión trascendental y espiritual en la vida social, en
nombre de la vida social, en nombre de lo laico .
Para
alejarnos de ello hay que ver lo Divino desde lo personal, es
decir, como centro de la vida. Se busca a Dios porque se
necesita. La religión debe suponer una fuerza
positiva en las conductas, lejana de la autoprotección. La
relación del hombre con Dios debe ser fuerza estructurante
y fundamento de una relación paterno filial. Una vida
coherente desde la ética se
sustentará de los pilares de la formación y el
compromiso.

3.3. El terapeuta espiritual.

El acompañante espiritual debe saber situarse en
el lugar del otro y desde allí ayudar al acompañado
en la búsqueda del sentido de su vida, con valientes
propuestas de futuro. No debe dejar de señalar la
referencia de Jesús y así a la crucial
acción del Espíritu como pilares en los que
apoyarse. El Cardenal Medina Estévez apunta a la solidez
de estas bases afirmando que es claro que si la persona es
creyente… hay elementos muy sólidos para superar el
miedo a las tinieblas, de inseguridad,
de frustración y de parálisis psíquica en
que está sumido.

Se debe de intentar conseguir que el acompañado
consiga ver con los ojos de la fe, y así servir de cristal
para que se hagan visibles los signos de lo
trascendente. Para palpar la gracia hay que ayudarse con las
gafas de la fe y así conseguir ver lo que humanamente
parecía imposible.

Por supuesto que el acompañante debe ser una
persona cálida y cercana con capacidad para adaptarse a
las distintas situaciones. Debe hacer de maestro y de
compañero de camino y por ello servidor de la
acción salvadora de Dios.

A pesar de su madurez en la fe, debe asumir sus
limitaciones para no decaer en los momentos de fracaso. La
reeducación sexual es un camino lleno de tropiezos y
vueltas a atrás, y ahí es donde el
acompañante debe mostrar su fortaleza, haciendo ver que
"Mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los
persuasivos discursos de
la sabiduría, sino que fueron una demostración del
Espíritu y del poder para que
vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en
el poder de Dios" Cf. 1, Corintios 3,6-9.

3.4. Los problemas de relaciones.

Son muchos los problemas que pueden ir apareciendo a lo
largo del acompañamiento como la falta de autocontrol, el
dar más importancia a las limitaciones personales que a la
felicidad alcanzable. Antonio Pardo en Nuestro Tiempo afirma
que el problema se encuentra en la falta de
autocontrol:

Indudablemente, la vivencia de la tendencia hacia
personas del mismo sexo ya resulta de por sí bastante
turbadora.

Pero si a este factor se suma una práctica
desaforada de la sexualidad, la sensación de culpabilidad
se acrecienta, y es difícil mantener una estabilidad
psicológica: se impone acudir al médico. Por tanto,
dentro de la atención correcta, debe figurar un intento de
restablecer la confianza en sí mismos, intento que pasa
por proponerles, de modo adecuado a sus circunstancias, el
control de su
peculiar inclinación".

Una de las piedras con las que se puede encontrar es el
creer la idea muy difundida en nuestra sociedad de que la
homosexualidad es una opción más, tan normal como
la de varón o hembra, por lo que el Padre Tony Anatrella
dice que: Las imágenes
mediáticas a través de la
televisión, toman la delantera sobre los pensamientos,
y de año en año producen escenarios que incitan a
las personas a ser corporal y sexualmente impulsivas. Esta
erotización de las representaciones sociales crea un
clima de
excitación sexual y de pasaje al acto con el cuerpo que
cambia la concepción de la relación para con el
otro.
El acompañante no debe cometer el error de
mostrar la homosexualidad como una dimensión más de
la sexualidad humana. Que Dios los creó hombre y mujer no
es algo discutible sino una verdad de la
revelación.

Sin descuidar las posibilidades humanas, se debe
realizar un continuo reforzamiento que haga ver que el compromiso
es el que nos dará una felicidad plena.

También es peligroso cuando se quiere
compatibilizar este cambio con la continuación de
cualquier modo de vida. Si no hay una ruptura con aquello que
llevó a la confusión no se podrá encontrar
una nueva forma de vida. Hay que hacer ver que esto sólo
puede llevar al acomodamiento y que en este caso la vida
alternativa es la que le llevará a la realización
personal.

Otro problema puede surgir al creer que todo puede
tenerse radicalmente claro, sin dudas ni momentos de oscuridad.
Nada mejor en este caso que el acompañante le muestre la
confianza en aquel que nunca falla. Por ello no se debe descuidar
en que el acompañado no ponga su confianza en alguien
distinto de Dios, como señala el Cardenal Medina
Estévez: Si el paciente recupera un sentimiento de
confianza en Dios, Padre amoroso, y en sus propias posibilidades,
se habrá dado un gran paso en su
recuperación.

Tampoco se debe caer en la tentación de huir de
la propia historia. Esta nos puede hacer ver el cúmulo de
circunstancias, personas y acciones que dieron lugar a la
confusión de género, y
desde el reconocimiento del problema, vivir el presente de la
forma apropiada. Es importante partir del papel que ha
desempeñado la vida de fe en la vida del individuo y el
que representa en la actualidad. Muchos se sienten heridos por
las pedradas que les lanzan desde su práctica de
fe.

No es raro el caso de algunos que fueron a pedir ayuda a
su acompañante espiritual y se les invitó a que
abandonaran la congregación, o el movimiento.
Otros, debido a las actitudes
duramente críticas que encontraban, temían
manifestar su problema. En otros casos, si estaban muy
distanciados de sus padres, es muy fácil que se
distanciaran también de las creencias religiosas de sus
padres. Todo lo anterior debe verse como una situación que
llevó a una separación que debe ser reestructurada
mediante un nuevo plan de vida, por
ello deben trazarse un número definido de etapas y
condiciones que hagan valedor este camino.

Otro problema puede surgir si no se plantea y visiona
todo desde el verdadero amor cristiano. Vano puede ser todo lo
que se ha avanzado en el camino si no se contempla la fuerza
transformadora del amor de Dios, revelado en su hijo
Jesús. Desde allí es desde donde se podrá
realizar todo lo demás, desde donde se podrá dar
consistencia y estabilidad al amor humano. Este debe verse como
el único camino.

4.
Conclusiones.

1ª.- Aunque el asunto de la homosexualidad es sin
duda complejo, no por ello la Iglesia deja de prestarle gran
dedicación e incluso presentarlo como un tema prioritario
para conseguir la ayuda para estas personas y guiar a su vez a
todo el Pueblo de Dios.

2ª.- Desde la Antigua Alianza y el Nuevo
Testamento, ya en los comienzos de la Iglesia, ha sido
nítido el mensaje ante esta cuestión,
señalando las relaciones homosexuales como no aceptables,
o como dicta el Catecismo de la Iglesia Católica:
"intrínsecamente desordenadas". En el mismo sentido
se han manifestado reiteradas veces los obispos españoles,
como ya se indicó anteriormente.

Lo cierto es que aparte de este reconocimiento, en este
trabajo se cree que sería positivo dar un paso más
en el sentido de tratar de incentivar a estas personas a que
intenten emprender el camino del abandono de esta
condición y alcancen la plenitud de la complementariedad
de género.

3ª.- Para conseguirlo se indica como camino
apropiado el acompañamiento espiritual específico
para personas homosexuales.

Para ello se necesita recuperar el autocontrol, realizar
un continuo reforzamiento, sin intentar compatibilizar este
cambio con la continuación de cualquier modo de vida, con
cuidado de las dudas y momentos de oscuridad, y sin intentar huir
de la propia historia. Se debe partir del papel que ha
desempeñado la vida de fe en la vida del individuo y el
que representa en la actualidad. Todo lo anterior debe verse como
una situación que llevó a una separación que
debe ser reestructurada mediante un nuevo plan de vida,
trazándose un número definido de etapas y
condiciones que hagan valedor este camino, planteándose y
visionando todo desde el verdadero amor cristiano.

5.
Bibliografía.

* Catecismo de la Iglesia Católica,
Asociación de Editores del Catecismo. 1992.

* Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF),
Declaración "Persona humana" sobre algunas cuestiones de
ética sexual, 29 de diciembre de 1975.

* Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF),
Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la
atención pastoral a las personas homosexuales, 1 de
octubre de 1986.

* Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF),
Carta a los obispos…, Consideraciones para la respuesta
católica a propuestas legislativas de no
discriminación a homosexuales, 23 de julio de
1992.

* Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal
Española, Nota sobre "Matrimonio, familia y uniones
homosexuales" con ocasión de algunas iniciativas legales
recientes Madrid, 24 de
junio de 1994. Una resolución del Parlamento Europeo:
¿Contra la discriminación o para la
confusión?.
 

* Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal
Española. Nota del Comité Ejecutivo de la
Conferencia Episcopal Española "En favor del verdadero
matrimonio", Madrid, el 15 de julio de 2004.

* Vergote, Antoine. "Psicología religiosa".
Taurus. 1969.

* Sastre García, Jesús. El
acompañamiento espiritual. San Pablo. 1993.

* Pardo, Antonio. Nuestro Tiempo. 1995.

* Olivares, J. y Méndez, Francisco. Técnicas
de modificación de la conducta, Biblioteca Nueva
1998.

* Amigo Vallejo, Card. Carlos. Cuidado espiritual y
pastoral del enfermo de depresión
y de su entorno. Consejo Pontificio para la Pastoral de la
Salud. Ed.
Palabra. 2004.

* Medina Estévez, Card. Jorge Arturo.
Depresión y esperanza cristiana. Consejo Pontificio para
la Pastoral de la Salud. Ed. Palabra. 2004.

* Anatrella, P. Tony.¿ Una sociedad deprimida?.
Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud. Ed. Palabra.
2004.

* Cohen, Richard "Comprender y Sanar la Homosexualidad".
Libros Libres.
Marzo de 2004.

* Fontana, Mónica – Martínez, Patricia –
Romeo, Pablo. "No es igual, Informe sobre el
desarrollo infantil en parejas del mismo sexo". Hazte Oír
y Foro de la Familia,
2005.

 

Autor :

Francisco José García-Roca
López

Psicólogo Clínico, Profesor de
Religión y Diácono permanente de la
Archidiócesis de Madrid (España).

Fundación Psicología y Cristianismo.
c/ Museo, núm. 26 – 1º 1ª. 08912. Badalona
(Barcelona). España.

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